LOS LIBROS
QUE NO ME PERDERÍA SI VOLVIERA A NACER
Hace poco
vi en Facebook una imagen donde se venían varios libros apilados donde se podía
leer en
el lomo los títulos de los libros que a alguien le parecieron
imperdibles, los mejores, y recomendables, muchos de ellos había leído, pero
definitivamente ninguno estaba en mi top 10, simplemente dejé pasar la imagen y
seguí con mi exploración continua por la red, la idea regresó mi cabeza hace
poco para cuestionarme cuales serían mis libros apilados en esa imagen con
letras grandes al inicio que dijeran: Los Libros que no me perdería si volviera
a nacer, los mejores 10.
Esta
reflexión la llevé a la familia, mis tías, mi madre, mi pareja y las respuestas
fueron impresionantes, vi que les emocionaba la pregunta y además que con todas
ellas tenía cosas en común, excepto con el más joven, que no ha leído casi
nada, me identifiqué con él porque cuando yo tenía más o menos su edad, me vi
en las misma situación, todas a mi alrededor hablaban de los últimos libros que
leyeron y eso me llevó a agarrar mi primer libro, ese que no era de cuentos
para niña y no tenía dibujitos ni ilustraciones. Me gustó creer que hablando de
lo que hemos leído podría estar instando a alguien más a este placer, que es
solitario pero también colectivo o como dijo la historiadora Susan Woodford en
su libro “Cómo mirar un cuadro”:
Lo importante no es sólo que miremos las pinturas, sino que también
hablemos sobre ellas; pues, por raro que pueda parecer, a veces contemplar la
obra no es en sí mismo suficiente. A menudo el único medio para ayudarnos a sustituir
una visión pasiva por una contemplación activa y perceptiva es encontrar las
palabras que describan y analicen una obra.
Me gustó la
frase que encontré un blog, (no quiero que crean que leí a Susana W.) porque le
pone palabras y forma a lago que me pasa constantemente, no solo es en la
contemplación de una obra pictórica o
leer un libro, donde está la riqueza, ésta es algo que hacemos (la mayor parte
de veces) en soledad, y que toma otro significado cuando lo compartimos. Por
eso los círculos de estudio o de lectura, y además yo diría que ésta idea
también se puede aplicar a la vida, compartirla nos da oportunidad de apreciarla
y darle sentido.
http://www.elarteporelarte.es/museos-3/diez-consejos-antes-de-entrar-en-un-museo/
Por otro
lado también quisiera decir que la búsqueda de los mejores libros me llevó a
encontrar almacenados en mi cerebro títulos, ideas, imágenes, evocadas por
libros que no volvería a leería jamás, los terribles, los sin sentido, los que
me obligue a leer y los que dejé olvidados, o a aquellos que por dolorosos ya
no pude seguir leyendo: Como muerte por agua, el caballo de Troya, el quijote,
las mil y una noches, las venas abiertas de américa latina, rayuela, los
detectives salvajes entre muchos, que seguramente algunos me crucificarían por
decir lo que estoy diciendo porque todos ellos son joyas de la literatura, que
mi cerebro, corto de entendimiento, no pudo asimilar.
Pero al
hacer este recuento de los no gratos, también me doy cuenta de que todos esos
libros también me enseñaron cosas, y que seguramente son necesarios para
apreciar lo que me gusta, lo agradable, lo que se ajusta a mí y para aceptar lo
doloroso, porque existe.
Después de
estas ideas que dejo ante ustedes me atrevo a dejarles mis libros, los imperdibles,
e instarles a que me cuenten los suyos:
1.
Antigua vida mía, de Marcela Serrano
2.
Waslala, de Gioconda Belli
3.
El Clan Del Oso Cavernario, de Jean
Auel
4.
El maravilloso Viaje de Nils
holgersson, escrito por Selma Lagerlof
5.
ET, de Levy Marc
6.
El Sol Desnudo, de Isaac Asimov
7.
Patas Arriba, de Eduardo Galeano
8.
La Enseñanzas De Don Juán, de Carlos
Castañeda
9.
Cien Años De Soledad, de Gabriel
García Márquez
10. Navidad
En Las Montañas, de Ignacio Manuel Altamirano
11. Miau,
de Benito Pérez Galdós
13. El
Tercer Ojo, de Lobsang Rampa
14. Siddharta,
De Hermann Hesse
15. Pepina
Oruga, Silvia Roche
16. Pegasita,
de Stephen Cosgrove
17. Mujeres
como Islas, Antología Ediciones Unión
18. Muerte
en el Golfo, de Héctor Aguilar Camín
Voy a parar
en este instante porque la lista sería larga y no se trata de eso, además tengo
que decir que repetiría autoras como Jean Auel, Isaac Asimov, Herman Hesse,
Eduardo Galeano, Carlos Castaneda, etc. Y llenaríamos más de lo que tengo
planeado, porque además quisiera compartir con ustedes un fragmento de uno de
estos libros
El Infierno
En tiempos
coloniales Palenque fue el santuario de libertad que escondía, selva dentro, a
los esclavos negros fugitivos de Cartagena de Indias y de las plantaciones de
la costa Colombiana.
Pasaron los
años, los siglos, Palenque sobrevivió. Los Palenqueros siguieron creyendo que
la tierra, su tierra, es un cuerpo, hecho de montes, selvas, aires, gentes, que
por los árboles respira y por los arroyos llora. Y también siguen creyendo que
en el paraíso reciben recompensa los que han disfrutado la vida, y en el
infierno reciben castigo, los que han desobedecido la orden divina: en el
infierno arden, condenados al fuego eterno, las mujeres frías, y los hombres
fríos, que han desobedecido las sagradas voces que mandan VIVIR GOZANDO CON
ALEGRÍA Y PASÍÓN
Eduardo Galeano, Patas a Riba
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