jueves, 26 de julio de 2012

LOS HIJOS EN UNA RELACIÓN LÉSBICA

LOS HIJOS EN UNA RELACIÓN LÉSBICA
Tuyos o míos

Un problema que suele pasar en una relación entre mujeres que tienen hijos y que viven juntas, es que los hijos suelen ser tomados como míos o tuyos, lo cual causa una serie de problemas terribles, no solo para la pareja, también para los niños.
Al principio cuando nos mudamos con nuestra pareja, las cosas parecen estar claras y sin bordes, nos amamos, somos felices juntas, no podemos vivir separadas y los hijos son sinceros, sin malas intenciones, inocentes y se acoplan a todo.
Los problemas vienen después, cuando los niños hacen travesuras y las dos tienen formas diferentes de pensar para criar o educar a los hijos y, se vuelve una situación más difícil cuando quien tiene que corregir, enseñar, poner límites o sancionar no es la madre biológica.
He escuchado muchas veces esta idea que dice: “Yo educo a mis hijos, son míos”, “Ella es mi hija yo me hago cargo de ella”, “No le digas nada a mi hijo, si tienes algo que decir dímelo a mi”.
Y es ahí donde las cosas ya no funcionan, los niños con la madre biológica se comportan de una manera y con la pareja de otra, o simplemente la madre permite unas cosas y la pareja no está de acuerdo.
El primer error en este planteamiento es creer que: LOS HIJOS SON MÍOS o LOS HIJOS SON DE ELLA, y solo una tendrá que criar, corregir y tener autoridad sobre ellos.
Pero este planteamiento no es del todo cierto, ni del todo conveniente, no es del todo verdadero porque los niños viven con las dos y la convivencia, nuestras actitudes, lo que decimos y cómo lo decimos, lo que nos gusta, comemos, nuestras aficiones, como discutimos etc. Es un modelaje constante para éstos.
Lo queramos o no, los estamos educando las dos, y entre más pequeños sean cuando inician la convivencia con nosotras, seremos más parte fundamental de su vida, de la concepción que tenga de los estudios, la limpieza, el orden, si serán vegetarianos, les gustará la música, sus traumas y las cosas que serán sus fortalezas.

Ellos lo ven todo, lo aprenden todo, están en formación y somos parte importante de su vida desde que nos enamoramos de su madre, desde le momento en que nos presentaron y fuimos a vivir todos juntos.
Es una mentira, una fachada, esta parte de que no son nuestros hijos o nos son tus hijos, tú no los educas, de ellos me encargo yo, o tú hazte cargo de tu hija.
Habrá momentos en los que la madre biológica no puede servir el desayuno, alguna vez la mamá enferma y nos quedamos a cargo de la situación, tenemos que ayudar a nuestra pareja a ir por los hijos a la escuela y cuando llevan dos semanas sin bañarse, los tenis apestan toda la casa o no le echan agua al baño, y la madre biológica no presta atención o no está, es la pareja, la que no es madre biológica, quien cree convente decir: oye creo que debes cambiarte los tenis.
Esto sería normal, natural y los hijos tendrían que hacer algún caso, si quien lo dice es la madre o el padre, pero la pareja a veces solo recibe miradas de indiferencia, o contestaciones tales como: tú no eres mi madre, se lo diré a mi mamá, que me lo diga mi madre, o alguna otra cosa que suele dejar a la “adulta” sin armas, de una pieza, impotente, enojada o triste.
Sobre todo si nos creemos que el niño tiene razón, y nos repetimos una y otra vez: “no soy su madre y no tiene por qué hacerme caso”, pero a veces nos envalentonamos, con contestaciones que pueden ser: “no se trata de si soy tu madre, es solo higiene”, “no creo que sea adecuado que me contestes así”, “no, no soy tu madre, pero esta es mi casa y en mi casa la gente se baña y no apesta”, o algo parecido, y la contestación del chiquillo es gritar: ¡mamáaaaa! Fulana me corrió de la casa, dijo que esta no era mi casa, me habló feo, me ofendió, un portazo o lago similar y, a continuación la madre biológica inicia una discusión con la pareja.
“Yo me hago cargo no le digas nada”, “como te atreves a decir eso”, o simplemente se queda pasmada y no sabe que decir, en otras ocasiones más favorables hace frente con su pareja y manda a bañar al niño con todo y protestas.
Pero la cuestión aquí son tres posibles cosas que no están bien planteadas, 1) el niño cree que la pareja no es su mamá y que no tiene derecho a corregirle, enseñarle o regañarle, 2) la madre biológica cree que la otra no debe educar a sus hijos ni regañarlos o dar órdenes, o 3) no ha quedado claro el papel de la pareja en la

familia, su importancia y la autoridad que tiene.
Todo esto crea fricciones entre la pareja, la madre biológica se siente cuestionada en su autoridad frente a los hijos, entre la espada y la pared porque ama a sus hijos pero también a su pareja; la otra que no es la madre biológica se siente relegada, sin autoridad, además sin voz ni voto, y los hijos se sienten aislados no tomados en cuenta y muchas veces se salen con la suya, sobre todo cuando la pareja y la madre pelean, por la forma en la que se le habló al niño, por que no está de acuerdo en que se cambie los tenis, porque no debió decir nada etc. y, mientras ellas discuten, él pequeño se va, sin bañarse, a jugar al patio.
Esta situación hace que los menores se conviertan en pequeños tiranos que hacen lo que deseen y, saben como salirse con la suya. Si una pareja no se pone de acuerdo, discute frente a los niños, se descalifican una a la otra, los chicos encuentran como darla vuelta a las reglas, no existan limites reales para ellos, no consta claridad sobre quien manda, en quien confiar, y en general no hay equilibrio, convirtiéndose la casa en un pequeño infierno.
Y con el tiempo los adolecentes se vuelven mucho más desobedientes, arriesgados, no escuchan consejos, y las cosas empeoran con voces, insultos etc.
Es necesario tener en cuenta que una vez que se tomó la decisión de vivir juntas los niños dejan de ser mis hijos o tus hijos para ser nuestros hijos, o algo parecido, nuestros niños por lo menos.
Si, así como lo leen: “nuestros hijos, nuestros niños” y entre más rápido se asiente este concepto en la cabeza de todos y de todas, más fácil será la convivencia, la educación, las órdenes, los límites y el buen funcionamiento de la nueva familia.
Quisiera hacer resaltar que cuando decimos ir a vivir con ella y los niños, éstos se convierten en mis hijos, nuestros hijos, nuestros niños, y estamos aceptando una gran responsabilidad, muchas alegrías y orgullo, pero sobre todo gran compromiso y responsabilidad, es mas o menos fácil permanecer a lado de esa maravillosa mujer de quien nos enamoramos, educada, independiente, que nos ama y respeta pero otra cosa es enfrentarse a los niños u adolecentes respondones y por lo regular enojados o tristes, que todo tienen que aprender.
Pero si nos unimos a una mujer que tiene hijos o decidimos unir a nuestros hijos con esta maravillosa mujer, se convierten en una familia.
Pero como todas las familias reconstruidas se deben formar vínculos entre ellos, iniciando con presentaciones, salidas, explicaciones, hasta llegar al siguiente planteamiento: “ella no es solo mi pareja”, será parte importante de tu vida diaria desde ahora, no es tu tía o tu madrina, es Mi pareja y la puedes llamar mamá, le puedes llamar Nina, Nana, Mimau, Nina-Nena, tu otra madre, tú tutora, etc.
Hago este listado de nombres porque para los niños es más fácil, darle un lugar y espacio, derechos y obligaciones, en su vida, a la nueva persona que es parte de la familia, si tiene un nombre y se le explica su papel en este nuevo acomodo, es decir a que tiene derecho, que puede decir y que no, puede ordenar, regañar, sugerir, tomar decisiones, cuales etc.

Pero antes de asignarle un nombre, la pareja las dos, debe hablar de como se sentirían mejor, que nombre les gusta, que responsabilidades, como quieren manejarlo, debo decir que lo que esbozo es solo una sugerencia, no es un manual de como debe vivirse bien la vida, todo debe cortarse a nuestra medida, de tal manera que no duela, que esté de acuerdo con nuestros valores y toda la familia se sienta a gusto.
Por otro lado no debemos imponer nada a nadie, varias veces he escuchado el dolor que provoca que se le obligue a alguien a decir mamá, a una persona a quien no quiere como a una madre, o por el otro lado, la carga que significa para alguien que no desea ser llamada madre, que se le obligue a ello. Se debe llegar a un acuerdo en este sentido y dejar claras las reglas del juego entre la pareja y para los niños.
Puede ser importante decir que si no estás tú, ella toma las decisiones, o que ambas toman las decisiones, que ella tiene autoridad en la casa, que se le puede pedir todo lo que se necesite, dar, etc.
La comunicación es fundamental, hablar entre todos, y tener un espacio de expresión, dejar un tiempo para hablar de lo que enoja, entristece, alegra, decirles a los niños que si algo les molesta se debe platicar en familia, para que entre todos se encuentre una solución, que no es necesario callar nada de lo que se siente etc. Puede ser la clave para el éxito en esta convivencia.
Orto punto a tomar en cuenta es no dejar fuera de las decisiones sobre los infantes a la pareja, una sugerencia es que antes de decir o tomar una decisión sobre los niños deban hablarlo entre ustedes, por ejemplo si deseas cambiarle de escuela, un tratamiento médico, cambio de domicilio, etc. No dejes de tomarla en cuenta, sobre todo si permanece en ti la idea de que ellos son solo tu responsabilidad y son solo tuyos, eso divide a la familia y no ayuda a dejar las cosas claras.
En ocasiones pasa que cuando las cosas no van bien en la pareja, tomamos como rehenes a los niños: “¡me llevo a mis hijos!”, “¡te vas con tus hijos!”, entonces la “familia” deja de serlo, la Nina deja de ser permanente para los niños, alguien en quien recargarse a quien darle el amor, pedir etc. Y se desvanece la posibilidad de confiar, no porque no lo merezca, solo porque puede desaparecer, irse de su vida un día y sin que pueda hacer nada o decir algo.

Si la pareja se rompe y ya no se puede sostener, es importante hablar con ellos, y si se ha logrado establecer este cariño, este vínculo, ellos deben saber que ella, la otra madre, la Nina, Rosa, siempre será alguien a quien hablar, que no se ha enojado con ellos o los ha dejado de querer.
Si son una familia y ésta se disgrega, se separa, las cosas no deben ser de forma diferente que las otras familias, cuando los padres se divorcia o se separan se suele decir a los niños que: “el no deja de ser su padre”, nosotros nos separamos pero seguimos queriéndote y amándote como siempre”, “esto no tiene que ver contigo”, si se separan ustedes, ella no deja de ser importante en su vida y viceversa, háblenlo ustedes desde el principio y dejen establecido esto en la pareja y en la familia.
Otro aspecto en esta situación de ser una familia es que, la pareja, La Nina, Marya, no es la madre o el padre, y que no puede substituir ninguna de estas figuras, muchas de las discusiones que plantean los hijos es que no quieren que ella tome el lugar de su padre, o que deseen que su vida sea como la de los demás “normal”, este tema de las familias normales es otro a desarrollar o reflexionar, pero en cuento a ocupar el lugar del padre o de la madre, desbancar el amor u ocupar un espacio que no les corresponde, si corresponde hablarlo en este apartado.
Ella, Nina, Nana Rosa, Mimau, no substituye a nadie, no ocupa otro lugar más que el suyo, el que le pertenece, mamá siempre será mamá y papá siempre será papá, pero está permitido amar, respetar, hablar, dar, recibir, a Rosa, en general tomarla en cuenta y que tenga su lugar propio en nuestro corazón.
Estoy consiente de que esto que planteo es solo una cara de todos los puntos y resquicios que se presentan frente a la gran aventura de vivir todos juntos, se me ocurre que el tema de la adopción o que los niños también tengan mi apellido es una de ellas, decirles o no de quien somos pareja, es otra, como manejarlo ante la familia extendida, la escuela, la preocupación de traumarlos porque somos mujeres, etc.

Este artículo solo pretende ser un rincón de reflexión que pudiera echar luz a la forma de convivir en una familia lésbica, si tienes comentarios o quisieras abundar sobre le tema será bien recibido.


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Elena Vega

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Elena Vega Ortega Soy psicóloga titulada de la Universidad del Valle de México, con especialidad en terapia Humanista y Gestalt, estudios que realicé en el Instituto Humanista de terapia Gestalt, además de haber terminado la maestría en hipnosis ericksoniana en el Centro Ericksoniano de México. He realizado otros estudios a nivel diplomado como: Programación nuero lingüística, tanatología y estudios de género, constelaciones familiares, terapia de grupo y terapia Yageriana, he dedicado la mayor parte de mi trayectoria profesional a la psicoterapia. Actualmente doy consulta en la zona oriente de la Ciudad de México y doy clase.
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Nuestra visión es lograr que en el estado de México se respeten y tomen en cuentea los derechos y necesidades de las mujeres, librándolas de la violencia basada en su género u orientación sexual